Me pasa con frecuencia pasar de la cartografía de ideas a la construcción de relatos. Las personas que acompaño son portadoras de proyectos que deben comunicar, internamente o al exterior. A veces realmente lo quieren, a veces las situaciones se les imponen.
Pero antes que nada, les hago esta pregunta: ¿Tienes realmente algo que decir? ¿Por qué es importante?
Esta pregunta obliga a detenerse, a cavar bajo la superficie de la obligación de presentar, para reencontrar la intención verdadera que se esconde detrás.
Siempre tratamos de utilizar estos momentos de apertura (incluso los forzados) para escribir, dibujar, ir más lejos en la reflexión y en la precisión con la que va a ser comunicada.
Al principio, hay una gran pereza. Una resistencia a profundizar. La gente solo quiere "hacer su presentación" y pasar a otra cosa.
Y luego, poco a poco, identificamos elementos preciosos: deslizamientos sutiles en el discurso, saltos conceptuales inesperados, conexiones que no existían antes. Es porque trabajamos sobre el lenguaje (verbal y visual) que hay evolución, innovación.
Después de "¿tienes realmente algo que decir y por qué es importante?", siempre, las tres preguntas fundamentales que plantearse:
1. ¿Qué quiero que las personas sepan?(No lo que tengo que decir yo, sino lo que ellas necesitan comprender)
2. ¿Qué quiero que las personas sientan?(Primer reflejo: "me da igual". Después de reflexionar: es lo más importante)
3. ¿Qué quiero que hagan?¿Qué me gustaría que pasara después? ¿Qué podría permitir este esfuerzo de dar forma y comunicar?
No es solo comunicación. Es innovación a través del lenguaje.
Cuando obligas a alguien a articular claramente su idea, a dibujarla, a contarla de manera que otros puedan apropiársela, algo se transforma en la idea misma. Se vuelve más precisa, más rica, más viva.
El proceso de dar forma no es cosmético. Es generativo.
👉 ¿Y tú? ¿Tienes algo que decir?¿Qué atención y qué espacio le das a tus ideas? ¿Por qué es importante para ti?
